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Lygia Clark   Superficie Modulada, 1958/84
Lygia Clark   Superficie Modulada, 1958/84

“Painting as an Experimental Field, 1948–1958.” Exhibition views at Guggenheim Museum, Bilbao, 2020. Photography by Erika Ede. Courtesy of “The World of Lygia Clark” Cultural Association. © FMGB, Guggenheim Museum Bilbao, 2020.

Los años de formación de un artista muchas veces pueden verse relegados a un mero prólogo de sus años de esplendor. Sin embargo, en esa primera fase no solo suelen encontrarse claves para interpretar el conjunto de una trayectoria, sino que por su condición de tanteo, de exploración, adquieren una relevancia por sí misma. Precisamente la indagación en los inicios de la carrera de la brasileña Lygia Clark (Belo Horizonte, 1920-Río de Janeiro, 1988) es el propósito de la muestra con la que el Guggenheim de Bilbao se suma a su centenario y que se podrá ver en el museo hasta el 24 de mayo. Desde su propio título, La pintura como campo experimental (una declaración de intenciones de la propia pintora), la exposición deja clara su vocación por explorar lo que hacía Clark entre los años 1948 y 1958, el primer decenio de su carrera.

Es, por tanto, un viaje a la semilla, por tomar prestado un título de Carpentier, a los primeros pasos, dubitativos, de una artista que se formó de manera autodidacta, lejos de las escuelas oficiales, pero sí en compañía de otros espíritus inquietos. Esa vulnerabilidad o inocencia se intuye en la enorme fotografía de Clark que preside la primera de las tres salas con las que arranca el recorrido por las ansias artísticas de la brasileña. La comisaria de la muestra, Geaninne Gutiérrez-Guimarães, ha reunido en este primer espacio un conjunto de obras que son a la vez punto de partida y toma de despegue: apenas cuatro años, los que van de 1948 a 1952, en los que Clark pasa de la visión más o menos objetiva de lo que la rodea, espacios íntimos o paisajes próximos, a descomponer la realidad en otros planos. Es clave su viaje a París, donde el contacto con Léger ejerce una influencia decisiva, para entender la transformación que experimenta su obra. Dos cuadros de temática musical ejemplifican ese tránsito: el retrato más o menos académico de la pianista Angélica de Rezende y una aproximación a una violonchelista donde la huella de Léger, pero también del cubismo, es evidente.

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